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lunes, 4 de marzo de 2013

LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI

El día 28 de febrero de 2013 fue un día señalado. Todos sabemos por qué. Después de varios siglos sin que ocurriera, ha ocurrido: el Papa ha renunciado a su puesto...
No es normal encontrar a una persona hoy en día que renuncie a su cargo, pero claro, Benedicto XVI tiene una altura moral que ya quisieran muchos llegarle a la suela de los zapatos.
Este Papa es humilde, es inteligente, es culto y ahora..., es mayor. Está cansado, yo creo que entre muchas cosas, de aguantar el día a día.
Cuando mi hija pequeña era un bebé tuve la inmensa suerte de asistir a un acontecimiento histórico: pude ir a ver al Papa. Entre una multitud de gente que lo aclamaba, pedí a las personas que tenía delante que me la acercaran al Santo Padre. De mano en mano fue avanzando mi bebé hasta llegar al pasillo por donde pasaba Benedicto XVI; y una vez bendecida y besada en la frente por el Papa, mi niña volvió a mis brazos. Fue un acontecimiento inolvidable para mí. Tengo una foto, que prueba que es verdad lo que estoy contando. Ahí va:


Hace unos días me llegó un correo precioso. Me gustaría saber quién ha sido la persona que ha escrito esto, pues le pediría permiso para publicar su carta aquí; pero estoy segura de que no le va a importar que lo haga. Así es que, haciendo mías las palabras de esta persona, escribo este pequeño homenaje a mi querido Papa Benedicto XVI.


El Papa renunció. Así amanecerán un sin fin de periódicos mañana, así amaneció el día para la mayoría, así de rápido perdieron la fe unos cuantos y otros muchos la reforzaron. Y que renunciara, es de esas cosas, que no se entienden.... 

Por eso hoy cuando amanecí con la noticia, yo, al igual que millones de seres humanos..nos preguntamos ¿porqué? ¿Porqué renuncia señor Ratzinger? ¿Le entró el miedo? ¿Se lo comió la edad? ¿Perdió la fe? ¿La ganó? Y hoy, después de 12 horas, creo que encontré la respuesta: El señor Ratzinger, ha renunciado toda su vida.
Así de sencillo.
El Papa renunció a una vida normal. Renunció a tener una esposa. Renunció a tener hijos. Renunció a ganar un sueldo. Renunció a la mediocridad. Renunció a las horas de sueño, por las horas de estudio. Renunció a ser un cura más, pero también renunció a ser un cura especial. Renunció a llenar su cabeza de Mozart, para llenarla de teología. Renunció a llorar en los brazos de sus padres. Renunció a teniendo 85 años, estar jubilado, disfrutando a sus nietos en la comodidad de su hogar y el calor de una fogata. Renunció a disfrutar su país. Renunció a tomarse días libres. Renunció a su vanidad. Renunció a defenderse contra los que lo atacaban. Vaya, me queda claro, que el Papa es una persona apegada a la renuncia.
Y hoy, me lo vuelve a demostrar. Un Papa que renuncia a su pontificado cuando sabe que la Iglesia no está en sus manos, sino en la de algo o alguien mayor, me parece un Papa sabio. Nadie es más grande que la Iglesia. Ni el Papa, ni sus sacerdotes, ni sus laicos, ni los casos de pederastia, ni los casos de misericordia. Nadie es más que ella. Pero ser Papa a estas alturas del mundo, es un acto de heroísmo (de esos que se hacen a diario en mi país y nadie nota). Recuerdo sin duda, las historias del primer Papa. Un tal..Pedro. ¿Cómo murió? Si, en una cruz, crucificado igual que a su maestro, pero de cabeza. 

Hoy en día, Ratzinger se despide igual. Crucificado por los medios de comunicación, crucificado por la opinión pública y crucificado por sus mismos hermanos católicos. Crucificado a la sombra de alguien más carismático. Crucificado en la humildad, esa que duele tanto entender. Es un mártir contemporáneo, de esos a los que se les pueden inventar historias, a esos de los que se les puede calumniar, a esos de los que se les puede acusar, y no responde. Y cuando responde, lo único que hace es pedir perdón. ‘Pido perdón por mis defectos’. Ni más, ni menos.... Vivo en un mundo donde la hipocresía alimenta las almas de todos nosotros. Donde podemos juzgar a un tipo de 85 años que quiere lo mejor para la Institución que representa, pero le damos con todo porque “¿con qué derecho renuncia?”. Claro, porque en el mundo NADIE renuncia a nada. 
Pues ahora sé Señor Ratzinger, que vivo en un mundo que lo va a extrañar. En un mundo que no leyó sus libros, ni sus encíclicas, pero que en 50 años recordará cómo, con un simple gesto de humildad, un hombre fue Papa, y cuando vio que había algo mejor en el horizonte, decidió apartarse por amor a su Iglesia. Va a morir tranquilo señor Ratzinger. Sin homenajes pomposos sin un cuerpo exhibido en San Pedro, sin miles llorándole, aguardando a que la luz de su cuarto sea apagada. Va a morir, como vivió aún siendo Papa: humilde.
Benedicto XVI, muchas gracias por renunciar.